Jon Fosse, el premio Nobel de Literatura que recibe este domingo en Estocolmo el galardón de la Academia Sueca, escribe en esta lengua minoritaria, de la que es un gran defensor. Muchos lo consideran por ello algo así como un héroe nacional: ninguno de los anteriores nobeles noruegos escribía en nynorsk.
El pasado martes, en un viaje financiado por la Embajada de Noruega en España, nos citamos con el escritor en Kaffistova, una cafetería del centro de Oslo donde suelen reunirse los miembros del movimiento de reivindicación del nynorsk. El hotel Bondeheimen y el teatro Det Norske Teatret, adyacentes a la cafetería, también suelen asociarse a esta corriente; de hecho, en este último se celebra un festival teatral dedicado a Fosse: antes de triunfar en la novela, se había convertido en uno de los más importantes dramaturgos de Europa. El hogar oslense del escritor no está demasiado lejos: una residencia estatal, conocida como Grotten, en los aledaños del Palacio Real, que el gobierno cede a un autor de forma vitalicia. El flamante nobel la ocupa desde 2010, cuando falleció el compositor Arne Nordheim.
—¿Es este premio Nobel también un premio al nynorsk?
—La Academia Sueca no lo argumenta así. Pero yo sí. Para mí, este premio, y todos los que he recibido, están dedicados al nynorsk— responde Fosse.
—¿Por qué escribe en esa lengua?
—Es mi lengua, la que aprendí en el colegio. Si me hubiera criado en Oslo probablemente escribiría en bokmål. Y, bueno, el nynorsk es minoritaria, y cuando eres minoritario tienes que pelear por tus derechos. Debemos luchar por la existencia de esta lengua. Por eso le dedico todos los premios.
El nynorsk (primero llamado landsmål, en español lengua nacional) fue el segundo estándar de la lengua noruega, creado por el filólogo y naturalista Ivar Aasen en el siglo XIX, a partir de dialectos de diferentes zonas rurales. Eran tiempos de construcción de la identidad nacional y, como suele ocurrir en estos procesos, se necesitaba un idioma netamente noruego: muchos consideraban que el bokmål era mero danés con acento noruego. Y, en efecto, el bokmål procede del danés, porque ambos países formaron parte del mismo reino durante unos 400 años, hasta 1814, cuando Dinamarca perdió Noruega a consecuencia de su implicación en las guerras napoleónicas.
Pero los anhelos de independencia para Noruega tardarían en hacerse efectivos: tras una breve guerra, el país fue anexionado a Suecia, con la que comparte una larga frontera, hasta 1905. Tradicionalmente, la burguesía en las ciudades solía hablar el dano-noruego (del que procede el bokmål), mientras que los campesinos en otras regiones empleaban sus dialectos locales. Durante el periodo de unión con Suecia, la lengua procedente del danés fue la que se asentó como lengua del Estado.
“Todo el s. XIX en Noruega trata sobre la búsqueda de la identidad, es una época de auge de los nacionalismos en toda Europa, también aquí”, dice la hispanonoruega Cristina Gómez Baggethun, traductora al español, junto con su madre, Kristi Baggethun, de buena parte de la obra de Fosse. “Aunque Noruega pasó a depender de Suecia, se mantuvo la dependencia cultural con Dinamarca. La capital cultural seguía siendo Copenhague. Y a pesar de no ser independiente, Noruega ya tenía Constitución, Parlamento o un Teatro Nacional, cosa que, por cierto, era muy comentada en las revistas catalanas de la época”.
En ese caldo de cultivo, entre 1843 y 1846, Ivar Aasen viajó por el país recogiendo las características de las diferentes variedades dialectales para crear la nueva lengua. Generó una gramática y un diccionario, así como traducciones de Shakespeare o Schiller, obras literarias o recopilaciones de nombres de personas o de plantas (Fosse también se ha dedicado a la traducción de los clásicos al nuevo noruego). Para ello contó con el apoyo del parlamento en sus investigaciones, y en 1885 se reconoció al nynorsk como lengua oficial, junto con el bokmål. Hay quien cita a Aasen como inspiración para Pompeu Fabra, normalizador de la lengua catalana a través de una gramática, una ortografía y un diccionario a principios del XX.
Para acabar con las controversias lingüísticas, a mediados del XX el gobierno intentó crear una lengua unificada, a medio camino de ambas, el samnorsk... pero recibió el rechazo de las dos partes. En el curso de esta controversia, incluso surgieron versiones más conservadoras del bokmål (el riksmål o lengua nacional, apoyada por otro premio Nobel, Bjørnstjerne Bjørnson) y del nynorsk (el høgnorsk, o alto noruego). Organizaciones como Noregs Mållag, con 15.000 miembros y más de 200 grupos afiliados, se dedican en la actualidad a fomentar el uso del nynorsk en una sociedad “dominada por el bokmål”, tal y como la describen. Una de sus luchas, por ejemplo, es la difusión de nynorsk en las escuelas infantiles o en la enseñanza para los extranjeros, que suelen aprender bokmål. Todos los niños en los colegios noruegos aprenden nynorsk, pero solo el 10% como su lengua principal.
“El nynorsk es una lengua fundamentalmente escrita, no la habla nadie tal y como se escribe: se hablan los dialectos de cada zona, y luego, a la hora de escribir, se utiliza ese nuevo noruego”, explica Gómez Baggethun. El nynorsk se emplea en documentos oficiales, medios de comunicación o en la educación, en ciertos lugares. El movimiento del nynorsk está muy relacionado con la reivindicación de lo tradicional, de lo rural, de lo campesino, frente al mundo urbano, también con la defensa de los derechos de las minorías; así que en ocasiones el movimiento por el nynorsk ha sido visto como algo progresista, aunque otras veces también como algo reaccionario.
Existen también esfuerzos por construir una literatura en nynorsk que le dé fuste a la lengua, y ahí es donde entra la rutilante figura de Fosse, pero también de editoriales como Samlaget, que publica la obra del ahora premio Nobel y que se dedica exclusivamente al nynorsk, en todo tipo de géneros literarios.“Samlaget es la editorial de Fosse desde que empezó hace 40 años”, dice la editora Cecilie Seisness durante una reunión en la sede del sello, “él suele decir que es la relación más larga de su vida”. Sus artífices consideran la empresa “una herramienta más para la lucha lingüística”, según explica el director editorial Håkon Kolmannskog. También creen que se vive una etapa muy dulce para el nynorsk, todo un éxito, sobre todo en el campo de la ficción, un fenómeno que puede verse aún más favorecido por el premio a Fosse. “Mucha gente ve el nynorsk como una lengua más poética para la literatura”, añade Kolmannskog.
La editorial fue fundada en 1868, “cuando Noruega estaba colonizada por Suecia y la lengua escrita era el danés”, explica Edmund Austigard, director general de Samlaget, “había una fuerte demanda por establecer nuestra lengua, que solo había sobrevivido por vía oral”. Si el pionero Aasen propuso una gramática y un diccionario, desde aquella primigenia Samlaget comenzaron a ofrecer la literatura que hace falta para establecer una lengua, también traducciones de clásicos como Homero o Dante, un camino que acaba este mismo domingo con la concesión del premio Nobel a Fosse.
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