Desde fuera no da pistas. Pero lo que se esconde detrás de la fachada de esta casa en Menorca, encalada y de aspecto naíf, ubicada en Mahón (o Mo, como lo llaman los locales) son 250 años de historias, sagas, zapatos, joyas y flechazos digitales. A finales del siglo XVIII fue residencia y sede de una pequeña empresa familiar de calzado que a mediados del XIX renació como un próspero taller de platería-joyería que hasta llegó a ganar un primer premio en la Exposición Universal de Barcelona de 1888 con unos cubiertos.
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