mércores, 31 de maio de 2023

Clint Eastwood, 93 anos

Antonio Gala: El manuscrito carmesí (p. 39)

Debilitada la cabeza por las largas caricias, agitada con los ojos en blanco sobre los almohadones, ignoro por qué me ha venido a las mientes una escena de mi adolescencia. Fue en una de las huertas del Generalife, en la más grande. Tenía entre las manos el libro de un maestro sufí, y veía -como antes y después tantas tardes- ponerse el sol. Era en verano. La humedad, y el ruido de las aguas que vienen y se alejan, y la luz resistiéndose a morir en la cañada que separa la colina de la Alhambra y la del Albayzín, suscitaban una gustosa melodía. Debajo de mí, que me hallaba sentado y silencioso, apareció por la ladera un muchacho de los que cuidan la huerta. Sin notar mi presencia, se dejó caer en un ribazo lleno de hierba a punto de agostarse. Estaba frente al sol poniente con la cabeza erguida, abiertas las piernas, las manos entre ellas. Y, sin prisa, con la parsimonia de quien obedece una sagrada rúbrica, se levantó la túnica, aflojó sus zaragüelles, y se masturbó como en un íntimo y total sacrificio al sol que se moría. O así lo entendí yo. El corazón me latía con fuerza, no sé si por el deleite al que estaba asistiendo, o por el temor de que el muchaco, concluido su acto, me descubriese. Caído sobre la hierba, se contrajo su rostro en un gesto que podría haber sido de un dolor insufrible, hasta que el crispamiento su suavizó, y se apaciguaron sus labios. El muchcho era tan esbelto, tan rústico y delicado a la vez que, excitado yo mismo, sacrifiqué también al sol, y me derramé sobre la tierra. El libro de amor místico había caído desde mis rodillas, y aquel día ya no leí más.

domingo, 28 de maio de 2023

Apartamento de Carrie Bradshaw

Eliseo Meifrén Roig: Mariña

La pioggia di petali di rosa al Pantheon per celebrare il giorno della Pentecoste

 Cada domingo de Pentecostés, arredor das doce da mañá, centos de curiosos se achegan ao Panteón de Agripa para contemplaren un dos espectáculos máis orixinais de Roma. 
Tal e como marca a tradición, e aproximadamente durante cinco minutos, sete millóns de pétalas de rosas vermellas choven desde o óculo central do Panteón, como símbolo do descenso do Espírito Santo.

Son o símbolo das lapas coas que o Santo Espírito se manifestou aos discípulos, e que agora o corpo de bombeiros de Roma, tras gabear os 43,44 metros de altura que ten o templo para acadar o lucernario de 9 metros de diámetro, arroxará as pétalas ao interior.

Ao parecer, esta tradición podería ter a orixe na Idade Media, concretamente ao ano 609 d.C., cando o Panteón foi doado polo imperador ao Papa Bonifacio IV. Após varios  séculos suspendida, a chuvia de rosas recuperouna o Concello de Roma en 1995, coa diferenza de que agora non ten lugar durante a cerimonia senón ao final dela.

In memoriam: "En una rosa caben todas las primaveras"


 Antonio Gala (1930-2023)

sábado, 27 de maio de 2023

Döstädning

 Teño recollido do xornal que se trata do acrónimo de dúas palabras suecas que significan 'morte' e 'orde, limpeza', respectivamente. Trátase da criba profunda feita na casa como favor aos nosos herdeiros. 

Así que, nestes días de pouco quefacer e algunha neura, resolvín emprender un döstädning non exhaustivo: neste momento agardan no fondo do contedor de papel para reciclado décadas de xustificantes bancarios da pensión por alimentos da señorita Kaplan (parte da historia financeira deste principio de século con selos e membretes de caixas de aforro e bancos desaparecidos), recibos de electrodomésticos que xa non teño, notificacións de multas (a máis antiga, aínda en pesetas), e analíticas para médicos de dúas provincias nas que xa non vivo. 

Pepe Baena Nieto: Naturezas mortas

mércores, 24 de maio de 2023

Doris Lessing: Canta la hierba (1950)



… la sociedad gobernada por Lobengula se regía por leyes estrictas: todo el mundo conocía los límites que no debía traspasar. Cuando alguien cometía un acto imperdonable, como tocar a una de las mujeres del Rey, se sometía con total fanatismo al castigo, que solía consistir en el empalamiento sobre un hormiguero o una hoguera, o algo igualmente desagradable. “Soy consciente de que he obrado mal -decía-. Por lo tanto, pido que se me imponga una pena”. La tradición mandaba afrontar el castigo, y no cabía duda de que había algo hermoso en ello. 

(Canta la hierba, pág. 16).

venres, 19 de maio de 2023

Diego Ameixeiras: A cidade, as amigas, o aire

 [...] Na casa onde medrei, no salvaxe Ourense, non había libros de escritores reconcentrados, dispostos a mudar o rumbo das letras universais. Había novelas de Silver Kane, de Marcial Lafuente Estefanía, de Curtis Garland. Fábulas que corrían de man en man. Historias que cubrían a necesidade elemental de soñar, de correr libre por un deserto de Texas aínda que vivises en Allariz, Baiona ou Ribadeo. De volta de Valencia, en homenaxe privada a Kane, sorprendeume a noitiña lendo Fabricantes de difuntos No preguntes la hora al muerto. Remateinas co desexo de cruzarme con Joan Crawford na escaleira do edificio, cando me dispuña a tirar o lixo coa fantasía de ser Sterling Hayden en Johnny Guitar. Días antes, a esa mesma hora, tamén me dirixira ao portal. Os meus veciños aplaudían. Pasaba unha carreira nocturna pola rúa. Entre os últimos, entre os elementais, lonxe da autoridade dos primeiros, corría unha Joan Crawford rediviva, estrela inmediata da noite. Corría de vagar, corría fermoso. Corría de acordo coa súa maxestade. Veterana, supervivente, xa invencible. Elemental. Pareceume que corría recitando un emocionante poema de Roxana Crisólogo que descubrín grazas a Cristina Rivera Garza, e que agora resoa na miña cabeza cando ás veces me boto a correr polos parques: «Me tomó doce horas llegar tan al norte / que el viaje se convirtió en huida / Huir fue mi velocidad». Conmoveume vela desaparecer na curva. Corría devagar, en efecto. Corría febril e colorada. Incansable. Corría como llo permitían as forzas a unha Joan Crawford que o viviu todo. Fuxir era a súa velocidade. Corría triunfal ao anoitecer, con saltiños curtos. Corría en comuñón coa cidade, coas amigas, co aire. Corría libre, profunda. Ela non o sabe, pero prometín escribirlle isto e aprender algún día a correr así. A pasar pola vida de verdade, saltando só entre palabras elementais.

A voz de Galicia (19.05.2023)

xoves, 18 de maio de 2023

Un jardin à Cythère

 

A outra cara do Día

Emilia Pardo Bazán: El décimo

¿La historia de mi boda?
Óiganla ustedes: no deja de ser rara.
Una escuálida chiquilla de pelo greñoso, de raído mantón, fue la que me vendió el décimo de billete de lotería a la puerta de un café, a las altas horas de la noche. Le di de prima una enorme cantidad, un duro. ¡Con qué humilde y graciosa sonrisa recompensó mi largueza!
—Se lleva usted la suerte, señorito —afirmó con la insinuante y clara pronunciación de las muchachas del pueblo de Madrid.
—¿Estás segura? —le pregunté en broma, mientras deslizaba el décimo en el bolsillo del gabán entretelado y subía la chalina de seda que me servía de tapabocas, a fin de preservarme de las pulmonías que auguraba el remusguillo barbero de diciembre.
—¡Vaya si estoy segura! Como que el décimo ese se lo lleva usted por no tener yo cuartos, señorito. El número…, ya lo mirará usted cuando salga…, es el 1420; los años que tengo, catorce, y los días del mes que tengo sobre los años, veinte justos. Ya ve si compraría yo todo el billete.
—Pues, hija —respondí echándomela de generoso, con la tranquilidad del jugador empedernido que sabe que no le ha caído jamás ni una aproximación, ni un mal reintegro—, no te apures: si el billete saca premio…, la mitad del décimo, para ti. Jugamos a medias.
Una alegría loca se pintó en las demacradas facciones de la billetera, y con la fe más absoluta, agarrándome de una manga, exclamó:
—¡Señorito! Por su padre y por su madre, deme su nombre y las señas de su casa. Yo sé que de aquí a cuatro días cobramos.
Un tanto arrepentido ya, le dije cómo me llamo y dónde vivía; y diez minutos después, al subir a buen paso por la Puerta del Sol a la calle de la Montera, ni recordaba el incidente.
Pasados cuatro días, estando en la cama, oí vocear «la lista grande». Despaché a mi criado a que la comprase, y cuando me la subió, mis ojos tropezaron inmediatamente con la cifra del premio gordo; creí soñar: no soñaba; allí decía realmente 1420… ¡Mi décimo, la edad de la billetera, la suerte para ella y para mí! Eran muchos miles de duros lo que representaban aquellos benditos guarismos…, y un deslumbramiento me asaltó al levantarme, mientras mis piernas flaqueaban y un sudor ligero enfriaba mis sienes. Hágame justicia el lector: ni se me ocurrió renegar de mi ofrecimiento… La chiquilla me había traído la suerte, había sido mi «mascota»… Era una asociación en que yo sólo figuraba como socio industrial. Nada más justo que partir las ganancias.
Al punto deseé sentir en los dedos el contacto del bienaventurado papelito. Me acordaba bien: lo había guardado en el bolsillo exterior del gabán, por no desabrocharme. ¿Dónde estaba el gabán? ¡Ah!, allí, colgado en la percha… A ver… Tienta de aquí, registra de acullá… Ni rastro del décimo.
Llamo al criado con furia y le pregunto si ha sacudido el gabán por la ventana… ¡Ya lo creo que lo ha sacudido y vareado! Pero no ha visto caer nada de los bolsillos; nada absolutamente… Le miro a la cara; su rostro expresa veracidad y honradez. En cinco años que hace que está a mi servicio no le he cogido jamás en ningún gatuperio, chico ni grande… Me sonrojo lo que se me ocurre, las amenazas, las injurias, las barbaridades que suben a mis labios…
Desesperado ya, enciendo una bujía, escudriño los rincones, desbarato armarios, paso revista al cesto de los papeles viejos, interrogo a la canasta de la basura… Nada y nada: ¡estoy solo con la fiebre de mis manos, la sequedad de mi amarga boca y la rabia de mi corazón!
A la tarde, cuando ya me había tendido sobre la cama a fumar, para ver de ir tragando y digiriendo la decepción horrible, suena un campanillazo vivo y fuerte, oigo en la puerta discusión, alboroto, protestas de alguien que se empeña en entrar, y al punto veo ante mí a la billetera que se arroja en mis brazos, gritando con muchas lágrimas:
—¡Señorito, señorito! ¿Lo ve usted? Hemos sacado el gordo.
¡Infeliz de mí! Creía haber pasado lo peor del disgusto, y me faltaba este cruel y afrentoso trance: tener que decir, balbuciendo como un criminal, que se había extraviado el billete, que no lo encontraba en parte alguna, y que, por consecuencia, nada tenía que esperar de mí la pobre muchacha, en cuyos ojos negros, ariscos, temí ver relampaguear la duda y la desconfianza más infamatoria…
Pero la billetera, alzándolos todavía húmedos, me miró serenamente y dijo encogiéndose de hombros:
—¡Vaya por la Virgen! Señorito…, no nacimos ni usted ni yo pa millonarios.
¿Cómo podía recompensar la confianza de aquella desinteresada criatura? ¿Cómo indemnizarla de lo que le debía…, sí, de lo que le debía? Mis remordimientos y la convicción de mi grave responsabilidad pesaban sobre mí de tal suerte que la traje a casa, la amparé, la eduqué y, por último, me casé con ella.
Lo más notable de esta historia es que he sido feliz.

Xaquín Marín en El Ideal Gallego (1987)

luns, 15 de maio de 2023

La maldición del segundón en la realeza

Uno de los momentos estelares del libro de memorias del príncipe Enrique ocurre durante unas Navidades familiares en Windsor. Entre el alud de obsequios apilados sobre una inmensa mesa de caoba ―con abundancia de colonia Floris, suéteres de cachemira de Harrod’s y videojuegos bélicos y de la Fifa―, Enrique se topa con un bolígrafo. Hay un momento de desdén y desconcierto. ¿Un bolígrafo? ¿A mí? A continuación, descubre quién se lo remite: su tía abuela Margo, la princesa Margarita, hermana de la reina Isabel II; la pariente segundona, díscola y disoluta; desgraciada en el amor (la soberana y la casa real le prohibieron casarse con Peter Townsend, el piloto de la RAF divorciado al que amaba), amiga de los Stones, habitual del Soho londinense, bebedora de cócteles y fumadora incansable, que pasó los últimos años de su vida tostándose al sol y deambulando por las costas de Mustique, una paradisiaca microisla de las Antillas. Cuando Enrique ve que es un regalo de Margo, frena, reflexiona y piensa que le hubiera gustado conocerla mejor. Que tienen mucho que ver. Se parecen más de lo que en un principio podrían pensar. Son segundones. Margarita morirá unos meses más tarde.

Margarita y Enrique de Inglaterra personifican a la perfección la figura del segundón propia de la aristocracia y, más allá, estructural en las monarquías, reinen o estén destronadas. El primogénito, mejor educado, contemplado y cuidado, se lo lleva todo. Será el rey. Es la ley. Los títulos y las haciendas. Para el segundo, nada. A lo sumo, una carrera militar, eclesiástica, diplomática o una buena boda con algún miembro de la burguesía pudiente. El segundón, desde que tiene uso de razón, destila su rencor hasta el final. De ahí los martinis y la marihuana. Como Enrique. Como Margo. [...]

Jesús Rodríguez en EP (14.05.2023)

Ficha policial australiana dos anos 20

xoves, 11 de maio de 2023

Alfonso Ponce de León: Autorretrato (Accidente), 1936

Arman Soldin, tercer periodista francés que se lleva la guerra de Ucrania. DEP


 


Arman fue de los primeros evacuados de Sarajevo, con 12 meses.

Era muy sensible con los refugiados. En marzo cumplió 32 años en el frente en Ucrania.

Su origen bosnio le ayudó. Arriesgó su vida para mostrar la destrucción y cómo la gente corriente sale adelante en medio del caos

mércores, 10 de maio de 2023

Encontrado un torques en Betanzos

 En pleno século XXI e arando nunha finca, como antano. Así apareceu o último torque galaico nunha leira das Mariñas Betanceiras. O avó manexaba o tractor mentres o resto da familia botáballe unha man. Tal e como recolle La Voz, entre a terra removida apareceu unha peza metálica. Ao estar cuberta de po, nunha primeira ollada non lle deron importancia, pero pronto advertiron a súa forma característica. Máis tarde, despois de limpala con auga, descubriron que atoparan “un tesouro”, como o bautizaron os dous nenos da parella.

O torques atopado nas Mariñas Betanceiras está dunha peza e apenas presenta algunhas mazaduras. Está decorado con espiraiss, trenzados e dúas puntas con forma de cebola. O seu achado foi similar ao do extraordinario torques de Burela, que tamén foi descuberto de forma casual por un veciño nunha leira. Con todo, as diferenzas evidencíanse no peso: con 394 gramos o torques de Betanzos e 1.812 o de Burela.

Tamén por casualidade, atopouse en 1945 o Torques de Burela, o máis grande de Galicia, que pesa 1812 gramos. Foi un agricultor que traballaba en Chao de Castro o que deu con el, aínda que nun primeiro momento identificouno como a asa dun caldeiro. Hai moitas interpretacións arredor destas pezas, dende que eran levadas polas persoas pertencentes a unha tribo ou que poseían poderes políticos, militares, relixiosos ou un status social elevado. Tamén hai historiadores que apuntan que podían valer para facer intercambios, xa que algúns torques teñen un peso similar ás moedas.

O arqueólogo Alfredo González Ruibal, máis coñecido polo seu usuario de Twitter ‘Guerra en la Universidad’, explica que pertence á Idade do Ferro e que Galicia é “unha rexión coa maior concentración de orfebrería prehistórica da Península Ibérica”.

Protección

Este luns, a familia púxose en contacto coa delegación territorial da Xunta na Coruña, onde presentaron a peza ante o persoal de Patrimonio Cultural. Á vista da súa importancia, a directora xeral dese departamento autonómico, María del Carmen Martínez Insua, trasladouse ata a cidade herculina. Durante esa reunión acordouse trasladar o torques ata o Museo Arqueolóxico e Histórico do castelo de San Antón para que quede baixo custodia na súa caixa de seguridade, máis forte que as do edificio administrativo. Unha vez analizado decidirase se debe ser exposto ao público e se é conveniente buscar máis pezas na zona onde se localizou.

A decisión da familia de presentar a peza á Xunta é acorde coa lexislación autonómica en materia de patrimonio. Así, o artigo 99 da Lei 5/2016 do patrimonio cultural de Galicia recolle que “os achados arqueolóxicos casuais, producidos por azar, como consecuencia de remociones de terras, demolicións ou obras de calquera tipo”. Con todo, a mesma lei destaca tamén que a Xunta pagará o 50% do seu valor. Toda a noticia en La Voz.

Scott Tuke: Bluebells

A música calada, a soedade sonora