… la sociedad gobernada por Lobengula se regía por leyes estrictas: todo el mundo conocía los límites que no debía traspasar. Cuando alguien cometía un acto imperdonable, como tocar a una de las mujeres del Rey, se sometía con total fanatismo al castigo, que solía consistir en el empalamiento sobre un hormiguero o una hoguera, o algo igualmente desagradable. “Soy consciente de que he obrado mal -decía-. Por lo tanto, pido que se me imponga una pena”. La tradición mandaba afrontar el castigo, y no cabía duda de que había algo hermoso en ello.
(Canta la hierba, pág. 16).
Ningún comentario:
Publicar un comentario