“Mi madre, en cambio, era una mujer muy ordenada, sabia y realista”, explica Magnusson. Pasó una larga temporada enferma antes de morir. Cuando Magnusson comenzó a vaciar su casa tras su partida, encontró una serie de notas prendidas entre su ropa y sus objetos que indicaban qué debía hacer con todo aquello. Había algunos paquetes dispuestos para donar a la beneficencia, algunos libros que devolver a sus propietarios o un traje antiguo que llevar al Museo de Historia, con una nota sujeta con un alfiler en la solapa, donde incluso figuraba el nombre de la persona a la que debería contactar. “Aquello fue un alivio y, en cierta forma, sentí como si mi madre todavía siguiera allí conmigo, guiándome y ayudándome durante todo aquel proceso”, relata. En aquella ocasión, vaciar el hogar de posesiones y recuerdos le resultó un proceso mucho más sencillo y, por fortuna, no requirió ninguna visita a su farmacéutico.
Artigo en EP (03.06.2023)
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