venres, 28 de abril de 2023

A visitadora de prisións

Dá en matinar que visitadora é o contrario de  visitante. A visitante pasa brevemente por un lugar, pousa nel a ollada e desaparece logo. A condición de visitante é fuxidía. A súa visita en nada muda o visitado. No entanto, a visitadora esculca no máis fondo por baixo das aparencias. A visitadora pretende mudar o visitado, as eivas do que visita dóenlle como propias. Pois a visitadora, vendo o que para outros é invisible, ten a condición de vedora. Os que están sempre atentos ás palabras dirían, pensa, que esta de vedora non existe. Será porque no tempo pasado os vedores eran unicamente homes, como ocorre con tantas profesións ou encomendas, debido á postergación das mulleres. Os vedores inspeccionaban  e, ocupados en comprobar a aplicación dos regulamentos, está inclinada a crer que non vían o estado das cousas mesmo téndoas diante. Mais ela, se é Visitadora, verá. Talvez chegue mesmo a vedoira.

Marilar Aleixandre: As malas mulleres (p.21)

Yves Klein, 1959

Interior

 

xoves, 27 de abril de 2023

Juan José Millás: Canibalismo

 La costumbre de comerse el pollo que se había criado en casa era entonces bastante común. El pollo amigo, diríamos, el pollo loco que corría por el pasillo de la vivienda batiendo las alas y estirando el cuello de dinosaurio detrás o delante de los críos. Un día desaparecía y al siguiente comíamos una carne de cuya procedencia no se hablaba. Si preguntábamos, los mayores decían que el pollo se había escapado por la ventana o que se lo habían llevado a una granja donde sería más feliz que en un piso. Nos tragábamos la mentira mientras masticábamos aquella carne amarga sabiendo y sin saber al mismo tiempo de quién era. En otras palabras: nos comíamos y no nos comíamos a la vez las alitas y la pechuga y los muslos de la mascota. Dura experiencia. Aún ahora no puedo comer carne sin pensar en el pollo. Llevo comiéndomelo toda la vida en un acto de crueldad moderado que me produce algo de culpa.

Me contó una amiga que un miércoles, al volver del colegio, su hermano mayor había desaparecido. Sus padres le dijeron que se había ido al servicio militar. Lo malo es que al día siguiente comieron un estofado de carne que a ella le supo a Ricardo, que así se llamaba el supuesto recluta. Pasaron los meses y Ricardo volvió, pero según mi amiga era otro, porque estaba segura de que al primero se lo habían zampado.

—La copia —añadió— era buena, aunque no tanto como para que yo no advirtiera multitud de diferencias sutiles en su físico y en su comportamiento.

Mi amiga se fue distanciando de aquel hermano y hoy no se ven ni en Navidad.

Me viene esto a la memoria al darme cuenta de las mentiras familiares que nos tragamos a diario: mentiras políticas y mentiras económicas y mentiras sociales que saben a viejo guiso doméstico. No digo que estén mal cocinadas, pero dejan en el paladar un gusto como de festín caníbal.

Juan José Millás: Canibalismo (EP, 28.04.2023)

Antigüidades orientais de Vanderven Oriental Art (Nachtegaalslaantje 1, s-Hertogenbosch)

 

Un péndulo e unha rosa

mércores, 26 de abril de 2023

Descuberta no Cairo unha estatua de oito metros, tavez de Ramsés II


Discurso das mil primaveras (24.04.1980)

 "Louvado sexa Deus tamén por terme dado o don da fala nosa, por terme ensinado a dicir ‘rula’ e ‘abidueira’ e ‘dorna’ e ‘ponte’ e ‘fonte’, e entón eu, sabendo estas palabras, era verdadeiramente dono da rula e da abidueira e da dorna e da ponte e da fonte. [...]

Se de min algún día, despois de morto, se quixese facer un eloxio, e eu estivese dando herba na terra nosa, podería dicir a miña lápida: “Aquí xace alguén, que coa súa obra fixo que Galicia durase mil primaveras máis”.

sábado, 22 de abril de 2023

春光乍洩 Happy Together (1997) dir. Wong Kar Wai

George Daniell: Hudson River, 1934



Agora que regresa a primavera
por riba de Seivane nas terras de Abadín
e vai deixando sámago nos bimbios.
Agora que retornan as floracións antigas
e unha bris delicada fragmento de escritura
vai liberando a alma.
Agora me decato da presenza do amigo
cando as aves concertan o equinoccio celeste
e os bois en Lamanide
levan na cornamenta unha roda solar.
Atrás quedou a aldea
a páxina purísima escrita en neve
o principio da patria
a pureza inocente que respiran os nenos
e dá tempero á alma.
Luz Pozo Garza

xoves, 20 de abril de 2023

Poema de Álvaro de Campos

 ANIVERSÁRIO

No tempo em que festejavam o dia dos meus anos,

Eu era feliz e ninguém estava morto.

Na casa antiga, até eu fazer anos era uma tradição de há séculos,

E a alegria de todos, e a minha, estava certa com uma religião qualquer.

No tempo em que festejavam o dia dos meus anos,

Eu tinha a grande saúde de não perceber coisa nenhuma,

De ser inteligente para entre a família,

E de não ter as esperanças que os outros tinham por mim.

Quando vim a ter esperanças, já não sabia ter esperanças.

Quando vim a olhar para a vida, perdera o sentido da vida.

Sim, o que fui de suposto a mim mesmo,

O que fui de coração e parentesco,

O que fui de serões de meia-província,

O que fui de amarem-me e eu ser menino.

O que fui — ai, meu Deus!, o que só hoje sei que fui...

A que distância!...

(Nem o acho...)

O tempo em que festejavam o dia dos meus anos!

O que eu sou hoje é como a humidade no corredor do fim da casa,

Pondo grelado nas paredes...

O que eu sou hoje (e a casa dos que me amaram treme através das minhas lágrimas),

O que eu sou hoje é terem vendido a casa.

É terem morrido todos,

É estar eu sobrevivente a mim-mesmo como um fósforo frio...

No tempo em que festejavam o dia dos meus anos...

Que meu amor, como uma pessoa, esse tempo!

Desejo físico da alma de se encontrar ali outra vez,

Por uma viagem metafísica e carnal,

Com uma dualidade de eu para mim...

Comer o passado como pão de fome, sem tempo de manteiga nos dentes!

Vejo tudo outra vez com uma nitidez que me cega para o que há aqui...

A mesa posta com mais lugares, com melhores desenhos na loiça, com mais copos,

O aparador com muitas coisas — doces, frutas, o resto na sombra debaixo do alçado —,

As tias velhas, os primos diferentes, e tudo era por minha causa,

No tempo em que festejavam o dia dos meus anos...

Pára, meu coração!

Não penses! Deixa o pensar na cabeça!

Ó meu Deus, meu Deus, meu Deus!

Hoje já não faço anos.

Duro.

Somam-se-me dias.

Serei velho quando o for.

Mais nada.

Raiva de não ter trazido o passado roubado na algibeira!...

O tempo em que festejavam o dia dos meus anos!...

Poema de Sophia de Mello Breyner Andresen

Se todo o ser ao vento abandonamos


Se todo o ser ao vento abandonamos
E sem medo nem dó nos destruímos,
Se morremos em tudo o que sentimos
E podemos cantar, é porque estamos
Nus, em sangue, embalando a própria dor
Em frente às madrugadas do amor.
Quando a manhã brilhar refloriremos
E a alma beberá esse esplendor
Prometido nas formas que perdemos. 

mércores, 19 de abril de 2023

Marvin Koner: Liz Taylor con vestido negro, broche de prata e pendentes-lágrima de ouro (1960)



Poema de Karmelo C. Iribarren

En pleno casco viejo de Donostia, medio escondido en una esquina oscura, hay un bar. Un bar pequeño, como tantos, a primera vista sin nada especial. Pero ese bar, llamado Akerbeltz, tiene una peculiaridad. Allí, en la esquina derecha de la barra, sentado en una banqueta, un chaval que trabajaba como camarero del local estuvo durante 20 años, entre copas y borracheras, escribiendo poemas. Poemas cañeros, ácidos, desencantados, tiernos, cotidianos, auténticos y por lo general tan convulsos como lo era por aquellos años su propia vida.

El poeta en cuestión tiene 56 años, se llama Karmelo C. Iribarren, es de San Sebastián, ha logrado vivir para contarlo (no las tenía todas consigo) y gracias en parte a las redes sociales se ha convertido en un autor de culto.

Esta es su historia. La historia de su vida extrema, tan extrema como su poesía, en la que apenas hay ficción y donde la realidad más descarnada siempre logra abrirse paso. «Y eso que algunos de mis poemas están suavizados en comparación con lo que me ocurría en realidad», asegura Iribarren con su sonrisa burlona mientras lleva a cabo el rito de muchas mañanas: sentarse ante una mesa del Hotel Londres, frente a la Playa de la Concha, mirar la lluvia (o no: Qué hago / mirando la lluvia, / si no llueve, como reza su poema Domingo, Tarde) y observar a quienes tiene a su alrededor mientras le da vueltas a su café. Hace ya 20 años que dejó el alcohol. «Un día me levanté y dije: se acabó. Y hasta ahora», sentencia.

Tomó la decisión después de que un hermano suyo muriera de cáncer con 33 años. «Pero, sobre todo, me cansé de beber, de ir todos los días a trabajar con resaca. Sabía que si seguía así acabaría matándome». Pero también admite que si Ana, su mujer, no le hubiera dado un ultimátum probablemente no lo habría dejado. «La conocí en el 81, nos casamos en el 87 y en el 99 nació nuestra hija. Se chupó los peores años».

domingo, 16 de abril de 2023

Darse un baño

 No creo que exista espectador frente al mar pintado por Sorolla quien no piense que sería maravilloso poder darse un chapuzón metiéndose en uno de sus cuadros. En este caso, como el que va a la playa un día de verano, para asistir a la exposición de Sorolla es necesario llevar de casa la toalla y el bañador, una sombrilla de colores y una cesta de mimbre con las viandas para tomarlas después del baño a la sombra de una barca varada en la arena. No creo que exista espectador que no sueñe que también podría ser ese niño desnudo con la luz iridiscente y resbaladiza sobre su cuerpo mojado que echa a navegar un balandro de papel entre el oleaje. Puedes asegurar que no ha existido barco más seguro que aquel que fabricaste con una hoja del cuaderno escolar. Después de doblarla varias veces de una forma determinada, abrías el pliegue y de pronto aparecía entre los dedos un maravilloso velero. Con un leve impulso lo botabas en una orilla del mar y comenzaba a navegar en busca de las islas de piratas que de niño imaginabas dentro de una dicha todavía incontaminada. Era un barco que nunca naufragaba a la hora de transportar todos tus sueños. No creo que exista espectador que no deseara ser ese chaval desnudo con la cabeza cubierta con un sombrero de paja que cruza llevando de las riendas un caballo blanco con todos los azules del mar disueltos entre las patas. O cualquiera de esas muchachas con la bata rosa pegada a la carne que acaban de salir del agua. Una de ellas se baja el tirante del hombro con una actitud en que el delicado erotismo es a la vez un paso de danza. Todo sucede en un instante de luz, mientras las pescaderas como heroínas arremangadas esperan que lleguen a tierra las barcas de los marineros que sin ellos saberlo todos se llaman Ulises. Se cumple este año el centenario de la muerte de Sorolla. Es todo un siglo iluminando con su paleta la España clara.

Columna de Manuel Vicent en El País (16.04.2023)

martes, 11 de abril de 2023

Vaciar pisos de lujo: “Lo que para ti son trastos, para otros son tesoros”

“Cuando entras a una casa, los objetos cuentan historias, cuentan tu vida. Nos dicen dónde has estado de viaje, si te gusta o no te gusta cocinar, si eres aficionado al tenis o si juegas al golf, si lees y qué lees, si escuchas música y qué música te gusta, si tienes o no hijos. Los objetos no mienten. Hace poco, estuvimos en una casa donde encontramos botes de farmacia, un microscopio, un vademécum y yo pregunté: ‘¿Médico o farmacéutico?’. Era médico”, cuenta a EL PAÍS Astrid Romero, quien, junto a su socia María López, fundó en 2018 Arquitectura del Orden, una empresa que se dedica a ordenar trastos para vaciar hogares, organizando mercadillos en las propias casas que necesitan liberar espacio y que funciona, principalmente, gracias al boca a boca y al crecimiento de su coqueta cuenta de Instagram, donde acumulan cerca de 31.000 seguidores. 

Nos encontramos en la última planta de un imponente edificio de la madrileña calle de Lagasca, un ático de grandes dimensiones y una deliciosa terraza por donde la luz entra a raudales, iluminando todos los rincones. Aquí dentro todo está patas arriba. Sobre la encimera de la cocina se exponen vajillas familiares, libros de cocina, pequeños y grandes electrodomésticos, cazuelas, bandejas, fuentes y morteros. En el salón, todavía dentro de una caja aunque lista para ser colocada en un lugar de preferencia, se encuentra una vajilla inglesa Spode del siglo XIX, de porcelana esmaltada en azul, a punto de ser instalada sobre una imponente mesa de madera maciza. También hay muebles y lámparas de estilo modernista, óleos con naturalezas muertas, divanes, sillas y sillones, jarrones con florituras, mesitas auxiliares de cristal, ceniceros, libros. En una de las habitaciones principales, encontramos sobre la cama sábanas, edredones y mantas, bordadas con las iniciales de la familia. Todo lo que hay alrededor—desde los cucharones de cocina hasta los abrigos que cuelgan en los armarios— está a la venta. En menos de tres días, una ingente cantidad de personas ajenas por completo a quienes habitaron entre estas paredes vendrán a llevarse un pedacito de su historia a precio de saldo.

Artigo completo en El País (25.03.23)

A música calada, a soedade sonora