mércores, 30 de xuño de 2021

Manuel Jabois: Malaherba (p.74-75)

 Un día el Cándido, caminando en silencio por la clase, como hacía siempre, nos pilló a mí y a Ricardito Fósforo enseñándonos el pito. La "pirola", la llamaba Fósforo. Se nos había piesto duro, no sé por qué, y jugamos a enseñárnoslo en medio de la clase entre risas. Yo me bajaba el pantalón del chándal unos segundos, muy pocos, y Ricardito lo miraba, se reía, y hacía lo mismo. Nos pegamos un poco para vérnoslo más de cerca, y el despiste monumental nuestro fue que nos pedimos, casi a la vez, bajar la capuchita. Yo bajé la mía y se asomó lo que siempre habíamos llamado en casa el pececillo, y Ricardito Fósforo hizo lo mismo. [...] Que era bastante asqueroso, por otra parte, porque yo a aquello que se escondía en la capuchita no le encontraba sentido ninguno; servía para hacer pis y también para hacer el tonto en clase, eso era.


luns, 28 de xuño de 2021

Labirintos das catedrais de Europa

 Segundo os historiadores, os labirintos que se atopan nos chans de moitas catedrais tiñan a finalidade de "serviren de substitución da peregrinaxe a Xerusalén para os que non puidesen percorrer o duro camiño que terminaba en Terra Santa".

sábado, 19 de xuño de 2021

Celso Emilio Ferreiro: O soño sulagado


Cirrios

O cirrio (ou birrio) foi descrito e clasificado en 1758 por Linneo como hirundo apus, isto é, andoriña sen pés; logo, en 1777 Scopoli incluíuno no xénero Apus, que deriva do grego antigo apous 'ápodo, sen pés'. O castelán vencejo é unha corrupción da palabra oncejo 'fouce', en referencia á sillueta a ave ao voar. Dependendo da lingua, o nome alude a unha ou outra característica que se lle atribúe: en inglés é 'veloz', e en eslovaco 'o que foxe da chuvia'.

É unha ave migratoria, que se desenvolve ben nos medios urbanos e está en perigo de extinción polo importante descenso das súas poboacións, coma sucede coas andoriñas e os pardais. A súa vida é moi peculiar: están tan ben adaptadas a viviren no aire que poden pasar ata un ano sen se pousaren, mesmo bebendo, comendo e durmindo mentres voan dun xeito ininterrompido; para o descanso, desconectan a metade do cerebro, ascenden a altitudes de máis de 2000 metros para fuxiren dos depredadores, e reducen a frecuencia do aletexo, que pasa de 10 a 7 por segundo.

Os cirrios son monógamos, pero só durante a época de reprodución; ao emigraren a África co inverno macho e femia levan vidas separadas, pero cando retornan a Europa coa primavera xúntanse novamente na escuridade do niño. A nidificación, sempre nas alturas e en edificacións, pola considerable dificultade de ergueren o voo se caen ao chan, é o único tempo en que pousan; tamén son filopátricos, quer dicir, retornan sempre ao lugar onde naceron.

venres, 18 de xuño de 2021

Gloria Fuertes

Me dijeron:

- O te subes al carro

o tendrás que empujarlo.

Ni me subí ni lo empujé.

Me senté en la cuneta

y alrededor de mí,

a su debido tiempo,

brotaron las amapolas.

domingo, 6 de xuño de 2021

Santiago de Barbadelo


Valentin Papin, panadeiro

Hay una especie de secreto en esta calle tan calma de Villa Ortúzar, un rincón de Buenos Aires con casas de poca altura, calles empedradas y resabios ocasionales de arte callejero. Ahora llamado L'épi, el edificio en Rosetti 1769 ha sido una panadería por generaciones y su secreto se ha conservado en el tiempo: hay un horno de piedra de leña de un siglo de antigüedad con un diámetro de seis metros. Construido en 1911, momento en que el pan se distribuía de puerta en puerta a través del vecindario, el horno continúa funcionando las 24 horas del día bajo la tutela de un joven francés llamado Valentín Papin.



Valentín es oriundo de Nantes, en el oeste de Francia, y comenzó a trabajar en una panadería a los 15 años. De tío panadero, siempre quiso experimentar la vida en el extranjero, de manera que organizó una pasantía en Buenos Aires mientras estudiaba en la universidad con los chefs y empresarios franceses Olivier Hanocq y Bruno Gillot, propietarios de L'épi.

Ahora con 25 años, está de regreso y su plan es quedarse en Buenos Aires. "Ya estoy acá", dice. “Me gusta la vida argentina y el trabajo. Soy joven y es una muy buena oportunidad estar encargado de la producción y de trabajar de una manera tan artesanal", sigue.

El trabajo es, tal cual explica, ciertamente artesanal. El horno se enciende dos veces al día y sólo con leña, lo que permite hacer dos horneados, a las 5 de la tarde y a las 4 de la mañana. Una vez que la temperatura alcanza los 260° C, los panes hacen su ingreso; los artículos más delicados, como el brioche, entran una vez que se haya enfriado a alrededor de 200° C. Por cierto, la temperatura nunca baja de 180 grados antes de que el fuego vuelva a encenderse para los siguientes lotes.

“El proceso es continuo. Nunca lo dejamos", dice Valentín. “Desde las 4 de la mañana hasta las 12 de la noche siempre hay alguien. La gente que está al mediodía prende el horno para el equipo que viene a las 17 y ellos lo hacen a medianoche para quienes arrancan a las 4. Cada uno trabaja para el otro; es una familia, nadie ve el producto de principio a fin, como una orquesta en que uno empieza a tocar y otros siguen la melodía”, continúa.

Trabajan con masa fermentada naturalmente, virtud que trae sus desafíos y hace que sea aún más importante trabajar en conjunto. “Hay cosas que pueden fallar”, reconoce Valentín. “El clima influye mucho: a veces empieza bien por la mañana y después viene una tormenta con mucha humedad y calor. Tenemos fermentaciones muy largas, por lo que es difícil manejarlas. Nunca se sabe cómo va a reaccionar la masa, hay que estar siempre atento, hablando mucho entre todos".

A modo de cierre, concluye: “Me encanta cómo trabajamos acá. En Europa, por lo general, tenemos máquinas para hacer algunas partes del trabajo; pero, para mí, las máquinas no pueden reemplazar las manos. Podrán imitarlas, pero no reemplazarlas".

martes, 1 de xuño de 2021

Naruki Kukita

Roland Torpor: Cocina caníbal


Separe a dos enamorados. Ponga en una olla un trozo de mantequilla del tamaño de un bebé. Cuando la mantequilla esté caliente, mate a los enamorados deshechos en lágrimas, vacíelos, y, después, póngalos a cocer juntos. Cuando hayan adquirido una bonita palidez, retírelos. Haga un caldo con harina y mantequilla, sal, pimienta, un ramito de muguete (si es temporada), tomillo y laurel. Vuelva a echar a los enamorados en la olla, con una docena de cebollitas tiernas y, quince minutos antes de servir, añada unos cuantos champiñones. Se pueden agregar unos golpes y unas cuantas heridas.

A música calada, a soedade sonora