mércores, 30 de xuño de 2021

Manuel Jabois: Malaherba (p.74-75)

 Un día el Cándido, caminando en silencio por la clase, como hacía siempre, nos pilló a mí y a Ricardito Fósforo enseñándonos el pito. La "pirola", la llamaba Fósforo. Se nos había piesto duro, no sé por qué, y jugamos a enseñárnoslo en medio de la clase entre risas. Yo me bajaba el pantalón del chándal unos segundos, muy pocos, y Ricardito lo miraba, se reía, y hacía lo mismo. Nos pegamos un poco para vérnoslo más de cerca, y el despiste monumental nuestro fue que nos pedimos, casi a la vez, bajar la capuchita. Yo bajé la mía y se asomó lo que siempre habíamos llamado en casa el pececillo, y Ricardito Fósforo hizo lo mismo. [...] Que era bastante asqueroso, por otra parte, porque yo a aquello que se escondía en la capuchita no le encontraba sentido ninguno; servía para hacer pis y también para hacer el tonto en clase, eso era.


Ningún comentario:

Publicar un comentario

A música calada, a soedade sonora