sábado, 10 de xuño de 2023

Caprichos anatómicos: el cremáster

 Pablo Maurette (Buenos Aires, 1979), comparatista, experto en literatura renacentista y estudioso del sentido del tacto (suyo es el ensayo ¿Por qué nos creemos los cuentos? (2021) y la iniciativa del tuit #Dante2018, que invitaba a los internautas a leer los 100 cantos de la Divina comedia en cien días), firma este conjunto de 22 caprichos anatómicos titulado Atlas ilustrado del cuerpo humano, entretenida cartografía de nuestra serranía corpórea, con sus siluetas bífidas, guiñapos, rechoncheces, costras putrescentes, y aun así vistosas, pues “textura y color de un pulmón tuberculoso son como queso y fiambre, entre un Jabugo y un Torgelon”. [...]

Dioses, emperadores, científicos, actrices, escritores, jugadores de fútbol y artistas se mezclan de modo triunfal en acontecimientos históricos, descubrimientos y en la filosofía griega. Desfilan Tiziano y Cervantes por la imaginación del autor sin provocar nada parecido a un pesar elegiaco, o repugnancia, ni tan siquiera una parodia psicoanalítica, como correspondería a un argentino, y sí, muchas veces, una sonrisa. Así nos describe Maurette su visita al Museo Mütter de Filadelfia, acompañado de su esposa: “Frente a una vitrina que contiene un megacolon relleno de paja —estrella de la colección, junto a las fetas del cerebro de Einstein— apreciamos estupefactos la elasticidad del aparato digestivo de un hombre que murió a los 29 años a causa de la enfermedad de Hirschsprung, un mal congénito que impide que el intestino mueva los desechos hacia el recto. Su forma hace pensar en una lombriz prehistórica gigante o en un monstruo que llegó de una galaxia muy lejana. Se me ocurrió que los trillones de microorganismos que nos habitan no son los únicos extranjeros de nuestro cuerpo. Al verlos en vitrinas, flotando en recipientes de cloroformo, disecados, embalsamados (…) me resultaron enormemente extraños, y la idea de ser un revoltijo de todo eso me pareció de una abyección indecible. Miré a mi mujer, a quien veo todos los días desde hace 12 años, y no la reconocí”. [...]

La guinda de este particular tratado está en el capítulo más oscuro, dedicado al cremáster, órgano conocido por la anatomía moderna, que es el nombre que tiene el músculo del cordón espermático, gracias al cual los testículos cuelgan en el escroto. Para Maurette, es clave para “desvelar el misterio de la distinción entre los sexos”. Y aquí, señorías, el amor, el sexo-género y la política se han vuelto dolorosamente próximos.

Artigo completo de Ángela Molina (EP, 10.06.2023)

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