venres, 17 de marzo de 2023

Ruína do Colexio dos Irlandeses de Compostela

 Cuenta una persona cercana a los siete herederos del Pazo dos Irlandeses de Santiago que, entre “un montón” de ofertas de cadenas hoteleras que recibieron, hace pocos años el Centro de Estudios Irlandeses de Lovaina quiso retomar la sorprendente historia del palacete compostelano abriendo en él un colegio universitario. La institución de Lovaina data de 1607, poco después de que se fundase en Santiago el que fue durante 164 años refugio y bastión de católicos irlandeses durante las persecuciones ordenadas por Isabel I de Inglaterra para imponer el anglicanismo. Felipe II y familias escapadas de aquel país promovieron la creación de este y otros centros similares en España (Alcalá, Valladolid, Sevilla), en relación con otros 25 que surgieron por toda la Europa católica. Desde 1605 hasta 1769, cuando el inmueble ya estaba bajo el control de los jesuitas y después de que estos fueran expulsados (1767), el Colegio de Irlandeses en la meta de los caminos jacobeos se dedicó a formar futuros sacerdotes católicos para reevangelizar la isla.

La gran mayoría, tal y como revelan los listados y genealogías que aún guardan los dueños del pazo, eran hijos de familias nobles de Irlanda, que venían como niños y regresaban a su país como abanderados de San Patricio, el patrón nacional que se festeja cada 17 de marzo. Hoy, en medio de una guerra judicial y un largo pulso administrativo con el Ayuntamiento de Santiago, la mansión ubicada en el corazón de lo que llaman la “almendra” monumental de esta capital Patrimonio de la Humanidad agoniza, se rompe, se empapa con la lluvia y, según informa el consistorio, ha entrado a formar parte de la lista de 125 inmuebles “en ruina o próximos a la ruina” de la Compostela histórica. [...]


Poca gente, en Santiago, conoce la belleza que el pazo esconde en su jardín; sus galerías traseras de madera, de hierro y de vidrio de colores; su monumental escalinata interior; sus tallas antiguas de santos; el San Patricio en piedra policromada que vigila el pórtico del patio central; sus muebles de época, sus molduras, sus baldosas hidráulicas; o la ingente cantidad de documentos históricos que perduraron entre sus muros de granito a pesar de los sucesivos cambios de dueños y de usos. Todos los consultados coinciden en que el conocido como Pazo dos Irlandeses o de Ramirás, en el número 44 de la Rúa Nova, es la “gran maravilla sin descubrir” del listado de inmuebles en peligro. Allí se rodaron tres películas y, antes de la pandemia, cuando entró en una programación de rutas guiadas a los tesoros ocultos de la ciudad —Patrimonio Invisible—, se convirtió en la visita más demandada.

La familia Harguindey, repartida entre Vigo y Madrid, que posee el pazo “desde hace unos 140 años” según explica la persona relacionada con los herederos, concedía a todo ciudadano irlandés que se presentase el “privilegio” de verlo por dentro. Hasta 2022 solo había que preguntar en una farmacia cercana, y en la botica contactaban con Santiago Álvarez, un vecino de 80 años que de niño celebró allí su comunión y luego fue guardés. Álvarez seguía conservando un manojo de llaves para abrir la puerta a los peregrinos y turistas procedentes de Irlanda, algo que no estaba al alcance de los compostelanos. “Ahora ya no las tiene”, informa la misma fuente, “se las tuvieron que pedir para dárselas al arquitecto, porque ya están hablando con constructoras y tramitando un crédito para acometer una obra faraónica: sustituir por completo la cubierta y restaurar el escudo”.


[...] Desde el siglo XVIII, el solar que había acogido una de las sedes primigenias de la Universidad de Santiago y el colegio para irlandeses sufrió transformaciones. Fue reconstruido, engrandecido; sirvió de vivienda particular; de residencia de estudiantes en la que llegó a alojarse un tótem de la cultura gallega, el escritor Ramón Otero Pedrayo; fue Cámara de Comercio y local del Colegio de Licenciados en Filosofía y Letras. Hasta hace 18 años, lo habitaron varias hermanas Harguindey, pero ahora está vacío y, a juzgar por el agua que llega a la planta baja, inhabitable.

Artigo completo de Silvia R. Pontevedra (EP 17.03. 2023), aquí

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