luns, 17 de outubro de 2022

Un falso Rembrandt no Prado

[...]Colorado mantiene que el cuadro fue guardado por los republicanos durante la Guerra Civil en el edificio donde se encontraba la Subpagaduría del Ejército de Centro, en la calle de Moreto 11, en Madrid. Luego, cuando acabó la contienda, como nadie lo reclamaba y dado su supuesto y evidente valor, el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional del Gobierno franquista lo entregó al Museo del Prado en “cesión”. De hecho, el catedrático lo tiene catalogado como Autorretrato de Rembrandt en su libro Arte, botín de guerra.

El director de la revista Ars Magazine, el periodista Fernando Rayón, escribió en esa publicación en 2009 que el cuadro quedó depositado en el Prado en 1941 y que, “dada la escasez de obras de este pintor en las colecciones españolas, fue comprado [a su dueño o a quien afirmaba ser su propietario, ya que solo tenía que jurar que era suyo] por el patronato de la pinacoteca tres años después”, en plena Segunda Guerra Mundial. “Su adquisición fue recibida con regocijo por los expertos e inmediatamente pasó a ocupar un lugar destacado junto a la Artemisia del maestro holandés, única obra del artista en nuestro país entonces”.

Pero las dudas surgieron muy pronto, ya que “los expertos holandeses que visitaban el Prado torcían el morro cada vez que lo veían y mucho antes de que la Comisión Rembrandt [encargada por el Gobierno neerlandés en 1989] descatalogara decenas de obras del maestro [por ser falsas], el Autorretrato del Prado ya había perdido su atribución. De ahí a desaparecer de las salas fue un suspiro”, comenta el periodista.

[...]

 Una versión completamente diferente la ofreció el pintor Antonio Quirós, en 1983, en el programa de TVE Mirar un cuadro, donde un personaje destacado elegía la obra del Museo del Prado que más le gustaba y la comentaba ante las cámaras. El artista aseveraba en aquella emisión que la pintura del Prado “era obra de un gran pintor”, en concreto de un vasco-argentino llamado Pablo Arriarán, que la realizó en torno a 1918. Quirós sostuvo que Arriarán, ya muy mayor en los años 40 del siglo pasado, decidió despedirse de sus amigos Valle-Inclán y Baroja. Antes de volver a su país, acompañado de Rafael Lasso de la Vega, marqués de Vilanova, visitó el Prado. De repente, “se puso malo al ver ese cuadro en el museo”. El argentino afirmaba vehemente que esa obra la había pintado él mismo para un marchante de París y que el Prado no era, evidentemente, el lugar adecuado para exponerla. Inmediatamente fueron a visitar al director de la pinacoteca, Fernando Álvarez Sotomayor, al que le explicaron la equivocación. El director les echó con cajas destempladas del despacho.

Pero Arriarán no se dio por vencido y volvió a intentarlo. En esa segunda ocasión, y ante su insistencia, Sotomayor les escuchó más calmado. “¿Y cómo puede demostrarlo?”, le preguntó al argentino. “Pues muy sencillo, en la preparación de la tela, en el lado izquierdo, está mi firma. Es fácil, páselo por ultravioletas”, le respondió. Quirós no explica en la grabación televisiva qué ocurrió después. De hecho, en la web del museo del Prado se afirma que en el momento de emisión del programa, en 1983, “la obra se consideraba original de Rembrandt [cuatro décadas después de la denuncia de Arriarán], sin embargo las investigaciones posteriores han dado lugar a su reconocimiento como copia del siglo XX”.

En la ficha del cuadro que se guarda en la pinacoteca se lee otra historia diferente. Se afirma que fue adquirido por el Prado en 1944 a los herederos del propietario, Alejandro Muns, y que en el catálogo del museo de 1996 ya aparece como copia posiblemente de Kenwood House, de Londres, de la colección de lord Iveagh, de 1927. La documentación del Prado señala que fue comprado por 60.000 pesetas de la época, pero otras fuentes hablan de 600.000 e incluso de millones.

La ficha recuerda, además, que fue adquirido con el beneplácito de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y que Rafael Sánchez Cantón, en 1954, le hizo un análisis radiográfico y confirmó que era un auténtico rembrandt. Sin embargo, en 1973, un experto apellidado Valdivieso lo reconoce como “copia del taller”, se entiende que del pintor holandés. También se indica en el documento del museo que en el ángulo inferior derecho hay “restos rojos de lo que podía ser una firma o un número”. [...]

Por su parte, Quirós terminaba el programa diciendo que “la mayor parte de los cuadros de Rembrandt no son de Rembrandt, sino de fabulosos pintores, que nadie sabe cómo se llaman. El cuadro del buey colgado del Museo del Louvre [se refiere a El buey desollado] yo creo que tampoco lo es, pero es uno de los grandes cuadros de la pintura de todos los tiempos. 

Artigo completo de Vicente G. Olaya en EP (17.10.2022)

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