venres, 25 de marzo de 2022

Millás: Aquí lo dejo

 Viví de niño en una casa con un balcón a la calle y una ventana al patio interior. La calle era muy alegre y el patio interior era muy triste, por lo que la familia pasaba más tiempo asomada a la primera que al segundo. Por eso mismo, por la importancia que se le da a la fachada, es por lo que hay tantos productos para la piel y tan pocos para el hígado. De hecho, cuando sales en la tele, te maquillan la cara, pero te dejan como estaban los pulmones o el páncreas. Las vísceras, en general, vienen a ser el patio interior del cuerpo. ¿Quién quiere asomarse a ellas? A mí, como era un niño raro, me gustaba la fealdad de esa zona común del edificio por la que bajaban las tuberías y subían las voces de los vecinos y en la que ondeaban también las sábanas y la ropa interior de los integrantes de la comunidad. A mí me emociona poco el ondear de las banderas, pero el de la ropa tendida me llega al alma. La ropa tendida es la bandera de las clases medias y pobres.

Las fincas con patio interior viven un poco ensimismadas, al contrario de las que carecen de él. Poseen un carácter más filosófico, me atrevería a decir. De ahí que cuando veo el anuncio de una casa “con todas las ventanas a la calle”, piense en la gente obsesionada por su imagen externa. Está bien ir arreglado, pero un poco de desaliño indumentario tampoco viene mal. El patio interior es el desaliño indumentario de los edificios. Además, los desagües que atraviesan sus paredes tienes que meterlos en algún sitio. No hay arquitecto, por inteligente que sea, capaz de prescindir de las bajantes. Las puedes ocultar mejor o peor, como ocultamos el colon descendente, pero en algún sitio debes colocarlas. Quería llegar a alguna conclusión con todo esto, pero creo que me he perdido por el camino. Perderse de vez en cuando tampoco está mal, de modo que aquí lo dejo.

Juan José Millás: "Aquí lo dejo", EP (25.03.2022)

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