domingo, 6 de febreiro de 2022

Diálogo entre el doctor y su hijo

 - ¿Bob? ¿Por qué no jugamos?

- ¿A qué?

- Te contaré un secreto, algo que no sabías. Y tú me dirás uno. El que diga el mejor secreto, gana. ¿De acuerdo? Cuando tenía tu edad, empecé a masturbarme. Y apenas empezaba a eyacular. Solo un poco, una escasa gota. Me preocupaba que tuviera un problema porque en la escuela escuchaba historias. Entonces, un día que mi papá había bebido mucho, mis hermanos habían salido y él estaba dormido en la habitación, entré, tomé su pene en mi mano y lo acaricié hasta que eyaculó. Las sábanas estaban llenas de esperma. Me asusté y salí corriendo. Nunca se lo conté a nadie. Ahora te toca a ti contarme un secreto.

- No sé. No tengo secretos.

- Es imposible. Debes tener uno.

- No tengo.

- Bob, si todo esto es una farsa y me lo cuentas, no te castigaré. Y tu mamá tampoco. No nos enfadaremos contigo.

- No es una farsa.

- Pero si lo es y no detienes ahora esta estúpida broma tu castigo no se limitará a dos meses sin televisión. Te afeitaré la cabeza con mi máquina eléctrica y haré que te comas el pelo. En serio. Literalmente, haré que te lo comas. No es broma.

- No es una farsa.

[El sacrificio de un ciervo sagrado, de Yorgos Lanthimos]

Ningún comentario:

Publicar un comentario

A música calada, a soedade sonora