mércores, 19 de xaneiro de 2022

Gil de Biedma: La novela de un joven pobre

 Se llamaba Pacífico,

Pacífico Ricaport,

de Santa Rita en Pampanga,

en el centro de Luzón,

 

y todavía le quedaba

un ligero acento pampangueño

cuando se impacientaba

y en los momentos tiernos,

 

precisamente al recordar,

compadecido de sí mismo,

desde sus años de capital

su infancia de campesino,

 

en las noches laborables

—más acá del bien y el mal—

de las barras de los bares

de la calle de Isaac Peral,

 

porque era pobre y muy sensible,

y guapo además, que es peor,

sobre todo en los países

sin industrialización,

 

y eran vagos sus medios de vida

lo mismo que sus historias,

que sus dichas y desdichas

y sus llamadas telefónicas.

 

Cuántas noches suspirando

en el local ya vacío,

vino a sentarse a mi lado

y le ofrecí un cigarrillo.

 

En esas horas miserables

en que nos hacen compañía

hasta las manchas de nuestro traje,

hablábamos de la vida

 

y el pobre se lamentaba

de lo que hacían con él:

«Me han echado a patadas

de tantos cuartos de hotel…»

 

Adónde habrás ido a parar,

Pacífico, viejo amigo,

tres años más viejo ya?

Debes tener veinticinco.

 

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