Todos nos morimos.
No es el botón, es lo que el maldito botón evoca. Viéndolo sobre la mesa, me viene a la memoria la caída del imperio romano, la del bizantino, la del carolingio, incluso la caída del cabello. El botón de mi camisa representa todo el peso del mundo, toda la fuerza de la gravedad de la Tierra, además de la segunda ley de la termodinámica, según la cual todo va a peor.
De modo que voy con el botón y la camisa a la cocina, donde guardo el cesto de costura, con la intención de coserlo. Tras enhebrar con dificultad la aguja, me pongo a ello, a colocarlo en su lugar, y me pincho un dedo que empieza a sangrar y mancho de mi sangre la camisa que más me gusta, con la que mejor me encuentro. Pero soy tenaz en mi desesperación y continúo cosiendo porque en realidad ya no estoy cosiendo un botón: estoy cosiendo el mundo, que se ha roto, estoy cosiendo el imperio romano, el bizantino, el carolingio, estoy devolviendo a mi cráneo el cabello perdido. Estoy agotado.
Ningún comentario:
Publicar un comentario