Casimiro era de Sepúlveda y tuvo una vida de miseria. Llegó a Madrid con su esposa e hijos, con la esperanza de prosperar. Pero no fue así. Un trabajo de guarda de seguridad y las apenas 3 pesetas que cobraba al día no le daban a su familia para sobrevivir.
De modo que Casimiro optó por una plaza pública de un trabajo por el que rezaba para que no le saliese: el de verdugo. Quiso su físico seco, triste, enjuto, y la mala suerte...que la plaza fuese para él. Pocos sabían a qué se dedicaba. Cuentan que en su primera ejecución estaba tan nervioso y no atinaba que el reo dijo: "tengo yo más cojones para morir que éste para matarme". Tras aquel triste bautizo, Casimiro pasó media semana en cama y algunas más emborrachándose para olvidar. Cando se aboliu a pena de morte durante a República, Municio expresou á prensa a súa alegría. Finalmente, morreu durante a guerra civil.
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