venres, 27 de decembro de 2019
xoves, 26 de decembro de 2019
mércores, 25 de decembro de 2019
martes, 24 de decembro de 2019
domingo, 22 de decembro de 2019
martes, 17 de decembro de 2019
N.Y.: Photo policière
luns, 16 de decembro de 2019
domingo, 15 de decembro de 2019
sábado, 14 de decembro de 2019
venres, 13 de decembro de 2019
De perfumes y especias
¿Habría canela en Lugo en el mil doscientos y pico? Seguro que sí, traída por un genovés o un paisano, y pesada tan cuidadosamente como el oro.
Habría gengibre, regaliz, lirio seco de Siena, aguarrosa morisca, lavanda de Grecia, sal de flor de Francia…
¿Con qué se perfumaba Inés Cuello de Garza? Beatriz le Bel Cavaller se perfumaba con menta, y Cristina de Pisán mientras decía aquello tan deliciosamente triste de “le temps s’enva!”, sumergía las manos en jazmines marchitos. Doña Endrina olía a naranjas y Melibea a membrillo. En las ferias luguesas se venderían todos los perfumes, como en Medina de Campo, en Rocamador o en Tilsit. Pero la moza tendría que escoger uno solo, y delicado. El que venía a ella era un trovador, el alma de un mirlo.
Ya estaría en la Puerta del Carmen, la puerta del camino francés, ya se sentía, por cómo se movía el aire, que le latía el corazón apresuradamente. Lirio seco de Siena es un perfume para otoño. Al trovador, entrando por puertas, le llegaría el cálido aroma de ondas suaves, y reconocería en él la dulce amante, la saudade toda de amor.
¿Para qué vino, si no, a Lugo, enamorado?
Álvaro Cunqueiro: "Domingo das Mozas", in O reino da chuvia (p.384)
mércores, 11 de decembro de 2019
martes, 10 de decembro de 2019
luns, 9 de decembro de 2019
sábado, 7 de decembro de 2019
mércores, 4 de decembro de 2019
Lawrence Schimel: Después
Me pidió ducharse antes de irse.
Luego se vistió y se marchó, con un último beso y un «gracias», todo correcto pero nada más.
Por un lado me alegró, porque no me apetecía dormir acompañado esa noche y menos con un desconocido. Pero el polvo no había estado mal y no me hubiera importado volver a verle. Tampoco yo le dije nada. Pero era un golpe a mi autoestima. Aunque no quisiera verle de nuevo, quería que a él sí le apeteciese.
Entré al baño para mear antes de acostarme.
Y mientras tiraba de la cadena, empecé a reírme: había escrito su número de teléfono en el vaho de la mampara de la ducha.