martes, 17 de decembro de 2019

N.Y.: Photo policière

Cette photo me fascine, c'est une photo policière de scène de crime à NY dans les années 1950. On dirait que le photographe était plus intéressé par la télé que par le cadavre.


venres, 13 de decembro de 2019

De perfumes y especias

¿Habría canela en Lugo en el mil doscientos y pico? Seguro que sí, traída por un genovés o un paisano, y pesada tan cuidadosamente como el oro. 

Habría gengibre, regaliz, lirio seco de Siena, aguarrosa morisca, lavanda de Grecia, sal de flor de Francia… 

¿Con qué se perfumaba Inés Cuello de Garza? Beatriz le Bel Cavaller se perfumaba con menta, y Cristina de Pisán mientras decía aquello tan deliciosamente triste de “le temps s’enva!”, sumergía las manos en jazmines marchitos. Doña Endrina olía a naranjas y Melibea a membrillo. En las ferias luguesas se venderían todos los perfumes, como en Medina de Campo, en Rocamador o en Tilsit. Pero la moza tendría que escoger uno solo, y delicado. El que venía a ella era un trovador, el alma de un mirlo. 

Ya estaría en la Puerta del Carmen, la puerta del camino francés, ya se sentía, por cómo se movía el aire, que le latía el corazón apresuradamente. Lirio seco de Siena es un perfume para otoño. Al trovador, entrando por puertas, le llegaría el cálido aroma de ondas suaves, y reconocería en él la dulce amante, la saudade toda de amor. 

¿Para qué vino, si no, a Lugo, enamorado?

 Álvaro Cunqueiro: "Domingo das Mozas", in O reino da chuvia (p.384)

luns, 9 de decembro de 2019

 "Murió al amanecer" de Federico García Lorca.



Noche de cuatro lunas
y un solo árbol,
con una sola sombra
y un solo pájaro.
Busco en mi carne las
huellas de tus labios.
El manantial besa al viento
sin tocarlo.
Llevo el "No" que me diste,
en la palma de la mano,
como un limón de cera
casi blanco.
Noche de cuatro lunas
y un solo árbol,
En la punta de una aguja,
está mi amor ¡girando!

mércores, 4 de decembro de 2019

Lawrence Schimel: Después


Me pidió ducharse antes de irse.

Luego se vistió y se marchó, con un último beso y un «gracias», todo correcto pero nada más.
Por un lado me alegró, porque no me apetecía dormir acompañado esa noche y menos con un desconocido. Pero el polvo no había estado mal y no me hubiera importado volver a verle. Tampoco yo le dije nada. Pero era un golpe a mi autoestima. Aunque no quisiera verle de nuevo, quería que a él sí le apeteciese.
Entré al baño para mear antes de acostarme.
Y mientras tiraba de la cadena, empecé a reírme: había escrito su número de teléfono en el vaho de la mampara de la ducha.

 

A música calada, a soedade sonora