Muchos médicos del siglo XIX estaban convencidos de que las máquinas de coser, especialmente las de doble pedal, eran artilugios diabólicos, que fomentaban la masturbación femenina.
El pedal iba conectado a la base de la máquina de coser mediante un palo, que accionaba una rueda. Al mover el pedal arriba y abajo, el palo subía y bajaba, y hacía girar la rueda; así, según la velocidad con que la mujer accionara el pedal, podía variar la velocidad a la que cosía.
Y, evidentemente, también la velocidad del orgasmo.
Francesca Serra: Las buenas chicas no leen novelas
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