xoves, 24 de agosto de 2017

De los Diarios de Gil de Biedma


Antes, cuando llegabas a Madrid, el olor a jara de la sierra te golpeaba ya en el aeropuerto, y luego estaban las conversaciones de tus vecinos en los cafés o los restaurantes, que nunca he oído nada igual en ningún otro lugar del mundo.

 

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A música calada, a soedade sonora