Las similitudes de Phallus impudicus con el miembro viril no son pocas. En su fase madura, la parte superior tiene aspecto de glande y está cubierta por una capa viscosa de color verde conocida como gleba. Al licuarse, huele a carne podrida dado que produce cadaverinas y putrescinas (sustancias estrechamente relacionadas con la espermina y la espermidina, presentes en el semen). Este hedor aleja a los predadores, pero atrae a las moscas.
Al contrario que la mayoría de setas, las esporas no son transportadas por el aire y dependen de los insectos. Después de germinar, las hifas —los filamentos que conforman el cuerpo de los hongos— se expanden en el subsuelo. Luego crece el cuerpo fructífero inmaduro que tiene forma esférica u ovalada. Su misteriosa aparición de bajo tierra condujo a la creencia generalizada de que eran los “huevos del demonio”. Cuando la humedad impera, de los mismos genitales diabólicos crece el falo en un proceso semejante a una erección. En ambos casos, el levantamiento es mediado por un líquido presurizado - la sangre sostiene al pene, el agua, al hongo - dentro un cuerpo hueco y poroso. Es tal la irrupción, que unos investigadores de Cambridge especularon, basándose en un modelo matemático, que con la fuerza ejercida por tres falos hediondos se podrían levantar unos 400 kilogramos de peso. La velocidad tampoco es negligible; mientras muchas setas requieren varios días para completar la maduración, el falo hediondo en aproximadamente una hora puede alcanzar su altura media, unos 15 centímetros.
El olor nauseabundo del falo hediondo no seduce a los gourmets de las setas. Tampoco su posible toxicidad. No obstante, los “huevos del demonio” son comestibles. Cuando el falo es inmaduro, se pueden comer partes de las capas internas, ya sean crudas o cocinadas. Aparentemente, saben a guisante y en lugares como Francia y Alemania son consideradas una delicatessen. Especies similares se consumen en China. De hecho, el género Phallus se distribuye alrededor del mundo y existen varias decenas de especies, todas con la misma forma. De ahí el nombre científico que las une y su uso como afrodisíaco en diferentes culturas. En Montenegro, por ejemplo, los campesinos locales untan los cuellos de los toros con estos hongos para dotarlos de más fuerza.
Aunque el poder excitante de los Phallus parezca algo puramente simbólico y tradicional, hoy en día sus propiedades aún son motivo de controversia. En 2001 unos científicos de Hawái afirmaron en un estudio que el olor de una especie de Dictyophora (actualmente, clasificada como Phallus) produce orgasmos a las mujeres. Los autores del artículo apuntaron que compuestos de esta seta “podrían tener cierta similitud con los neurotransmisores humanos liberados durante los encuentros sexuales". El problema de este estudio es que, como mínimo, está mal hecho; la muestra es pequeña, el test no se reproduce en diferentes condiciones y no hay una evidencia clara de que los orgasmos sucedieran. Por otra parte, la "investigación" fue financiada por una compañía farmacéutica con intereses en el mercado del amor. Parece ser que los humanos queremos ver más allá de las analogías genitales, ya sea para atribuirles ideas pecaminosas o poderes afrodisíacos y, ya de paso, sacarles algún provecho.
Òscar Cusó: "El falo del pecado que no produce orgasmos", in EP (24.04.2017)
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