Era una ilusión, naturalmente... La ilusión de que non menguaba, sino que el mundo aumentaba; la ilusión de que los objetos eran lo que parecían sólo cuando la persona que los consideraba era de tamaño normal.
Para él -no podía evitarlo-, la estufa había perdido virtualmente su función de aparato calorífico. Era casi en realidad una gigantesca torre en cuyas entrañas rugía una llama mágica. Y la manguera era, casi en realidad, una víbora inmóbil.
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